Qué no son las Guías de Práctica Clínica


Las GPC no son protocolos asistenciales

 

Los protocolos asistenciales son la forma más básica de estandarización de la práctica clínica. Consisten en acuerdos entre expertos sobre lo que hay que hacer en una situación concreta.

 

Están basados más en la experiencia de esos expertos que en la evidencia científica y el consenso entre los autores del protocolo es más importante que el respaldo científico que pueda tener. Suelen ser sencillos de aplicar y relativamente poco costosos de diseñar.

 

Por último, su carácter suele ser normativo, de obligado cumplimiento so pena de responsabilidades profesionales y laborales en caso de obtenerse resultados no deseados y no haberse seguido el protocolo.

 

Las guías de práctica clínica (GPC) poseen un carácter más flexible, aparecieron más tarde y se basan fundamentalmente en las evidencias científicas disponibles en el momento, de hecho esta base científica es la principal diferencia con respecto a los protocolos.

 

Son revisables, evaluables e indican las diferentes alternativas que el clínico puede seguir ante determinadas situaciones, detallando las acciones a realizar, los resultados esperables de las distintas alternativas y los riesgos que se asumen con cada una de ellas.

 

Es, por tanto, una orientación para que el clínico disponga del conocimiento explícito (científico) sobre el que basar diferentes decisiones clínicas dejando capacidad de decisión al clínico para que elija la considere más adecuada en cada caso y situación. Es una especie de sistema de navegación GPS que le indica dónde esta y las características de los posibles caminos (decisiones) que el clínico puede elegir.

 

Mientras que los protocolos suelen ser localistas, las GPC transcienden dispositivos y fronteras y suelen ser de aplicación internacional. Una de sus principales ventajas es su validez científica, pero el protocolo posee la cualidad de ser producto de los autores que lo tienen que aplicar, por lo que tienen más disposición a ejecutarlo; es la disyuntiva entre elegir “la” evidencia y “nuestra” evidencia.

 

Las GPC no son Vías Clínicas (Clinical Pathways)

 

Las vías clínicas tienen mucho que ver con reparto de tareas, es decir, quién tiene que hacer el qué, cuándo y cómo (siguiendo casi el viejo método industrial de personas, acciones y tiempos).

 

Son, por tanto, planes de asistencia en los que todos los profesionales saben qué tienen que hacer y cuándo. Se aplican ante patologías con curso clínico predecible, a procedimientos complejos, con alto riesgo, con alto coste y/o de gran volumen e involucran a la totalidad de agentes implicados en el proceso asistencial, incluido el propio paciente.

 

Se trata de tener controlados todas las acciones a lo largo del proceso asistencial, proyectando en una matriz estas acciones de forma temporal a intervalos, normalmente, de días, de manera que cualquier profesional puede ubicar la tarea que le corresponde en el momento que le corresponde. Al igual que las GPC, utilizan toda la evidencia científica disponible. A diferencia de éstas, todo está predeterminado y protocolizado, lo cual las limita a procesos con evolución predecible ya que en procesos de pronóstico más variable es recomendable la utilización de las GPC específicas. No obstante, las vías clínicas pueden servirse de la GPC para determinar acciones concretas.

 

Por su parte, se diferencian de los protocolos en que se sirven de éstos para cubrir todo proceso asistencial más que una parte determinada del mismo, además de utilizar la metodología de la MBE.

 

Las GPC no son Programas de Gestión de Enfermedades (Disease Management)

 

Los programas de gestión de enfermedades (PGE) tienen su principal característica en que comprenden la totalidad de la atención a una enfermedad sobre una base poblacional. Es decir, no afectan sólo a un proceso asistencial determinado, sino que comprenden todas las fases de atención a una enfermedad, desde antes incluso que aparezca. Posee, por tanto, un carácter más longitudinal que transversal.

 

Son, por tanto, planes generales de cuidados y autocuidados realizados sobre los principios de integralidad de la atención y continuidad asistencial.

 

A diferencia de las vías clínicas (que provienen del sector industrial), los PGE poseen un origen netamente sanitario, producto de la reacción de la industria farmacéutica estadounidense a las medidas de control y reducción del consumo farmacéutico por parte de las HMO, sobre la base de que el 20% de la población genera el 80% del gasto sanitario y que gran parte de él se debe a la atención de enfermedades crónicas.

 

Las enfermedades sobre las que se realizan los PGE (generalmente, aunque no siempre) suelen tener dos características:

 

  • Si en las vías clínicas se detallaban las funciones de cada miembro del equipo multidisciplinar, en los PGE se detallan las funciones de cada nivel asistencial y de cada elemento del sistema sanitario, en la prevención, tratamiento y/o rehabilitación de la enfermedad.
  • Se necesita la implicación de todos los niveles de atención, la utilización de estrategias de prevención, promoción, protección y educación para la salud, un sistema de garantía de calidad basado en los instrumentos de práctica clínica (protocolos, guías y vías) disponibles para cada caso, la evaluación continuada de cada proceso y la introducción de mejoras sobre ellos.